En la actualidad se colocan en el mercado una gama creciente de bienes, utilizando con profusión la renovación de productos como forma de incentivar el consumo.
También se ha producido una complejidad creciente de las relaciones comerciales y de la gestión empresarial, como consecuencia de la ampliación de los mercados, tanto en cuanto a los productos ofrecidos, como en cuanto a las fuentes de abastecimiento y en lo referente a puntos de venta. Dentro de este entramado, la cooperación y asociación entre los agentes de distribución y venta es decisiva a la productividad y rentabilidad.
La modernización del comercio precisa, entre otras cosas, la mejora de las condiciones en las que el comerciante realiza las compras y las ventas. A este respecto, la obtención de economías de escala en las compras, a través de las formas asociativas, y la proyección de una imagen común en las ventas, mediante la integración espacial, constituyen los elementos primordiales para modelar pequeñas grandes empresas.
Una primera aproximación a las formas asociativas entre comerciantes, nos indica que aportan las siguientes ventajas:
En las compras
Al unir sus pedidos de compra a los de sus compañeros asociados, obtienen economías de escala que no conseguirían con sus pequeñas compras en solitario.
En las ventas
Ante los ojos del cliente, unifican su imagen con sus asociados, multiplicando así su presencia en el mercado y su atractivo comercial.
Estos dos elementos -ventajosas compras y extensa proyección comercial- son los que pueden convertir a nuestras tiendas minoristas en pequeñas grandes empresas.
Desde luego, no se plantea como la solución de todos los problemas empresariales, pero si como un camino de supervivencia en un mercado orientado a las marcas, las grandes empresas y la internacionalización del comercio.
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